Por Luis Melgar Carrillo. Tel. 160 28 09
El hogar es el epicentro del futuro de los pequeñitos. Su personalidad queda estructurada antes del cambio de los primeros dientes. Este proceso de cambio dental es alrededor de los siete años. Eso significa que antes de esa edad, los padres deben tener mucho cuidado con el trato que les dan a sus hijitos. Después de los siete años, en paralelo a la salida de la segunda dentición, las células del cerebro también han iniciado un segundo período de maduración. Esta maduración conduce a que los pequeños ya no recibirán los mensajes externos sin digerirlos. Antes de esa edad, lo que se recibe es registrado sin análisis ni maduración. Se registra tal y como se recibió.
Un adulto puede modificar su personalidad, aunque haya quedado definida desde su infancia. Lo que sucede es que un proceso de cambio de esta naturaleza significa un gran esfuerzo. Por otra parte, es difícil que una persona pueda detectar el tipo de cambios que necesita. No es fácil que se logre diagnosticar, y posteriormente aceptar, tener una personalidad defectuosa que necesita cambios. Por tal razón, es muy importante que los padres en el período de conformación de la personalidad de sus hijitos, tomen conciencia del beneficio o el daño que están sembrando en ellos.
Dentro de las características que revelan una personalidad bien estructurada, está la capacidad para dialogar proactivamente con todas las personas. La capacidad de comunicación de los adultos revela el grado de bienestar que fue sembrado en sus primeros años de vida. En ese sentido se puede hacer el símil y casi afirmar que el arte de conversar, se mama. Igual que la leche materna que también se mama. Un niño que haya crecido en un hogar de permanentes caricias positivas reproduce, en sus futuras conversaciones de adulto, lo que recibió en su infancia.
El arte de conversar es el diálogo que se establece con otro, en el cual el interlocutor siente ganas de seguir conversando. Hay personas que constantemente establecen relaciones de comunicación en las cuales los interlocutores hasta sienten rechazo. Por el contrario, a todos les dan deseos de estar en la presencia de aquellos que hacen placentera la conversación. En general, la mayoría de la gente desea conversar con aquellos frente a los cuales se sienten bien. Lo bien o mal que una persona se sienta, está íntimamente relacionado con el tema de las caricias
Además de las meras palabras que se emiten, hay muchas maneras de dar tanto caricias positivas, como negativas. Por ejemplo, cuando alguien contesta el teléfono estando frente a la presencia de un visitante, si establece una larga conversación mientras la otra persona espera, se le está dando una caricia negativa. Es una manera de decirle “tú no eres muy importante para mí” La manera correcta es contestar el teléfono y decirle a quien llama “Querido Jorge, te devuelvo la llamada en seguida, ahora tengo la visita de alguien muy importante.”. El visitante al escuchar que quien recibió la llamada está diciendo que a sus ojos él es importante, está recibiendo una gran caricia positiva. Naturalmente que devolver la llamada tan pronto como pueda, también es una manera de darle una caricia positiva a Jorge.
Hay cientos de personas que nunca devuelven una llamada. Tampoco dan un acuse de recibo, de un correo electrónico. Hay quienes cuando reciben una caricia, no dan las gracias con un gesto sincero. A veces hasta devuelven una caricia negativa. Por ejemplo, el novio le dice a su querida: “Que sabroso está este pastel que me preparaste”. Si recibe como respuesta: “Me gustaría que este halago los hubiera pronunciado mi abuelita”, le está devolviendo una caricia negativa.
La expresión facial de agrado que se muestra durante el diálogo es una manera de dar caricias positivas. El grado de atención que se le ponga a las palabras que emite el interlocutor, también es una manera de hacerlo. En este sentido, Dale Carnegie, autor del famoso best Seller “Cómo ganar amigos”, dice literalmente que el arte de conversar es el arte de saber escuchar. Cuando se escucha con atención lo que el interlocutor plantea, es una manera de darle caricias positivas. Es dar tiempo. La mayoría de las personas manifiestan con sus actitudes que no tienen tiempo para escuchar. Son el reflejo de un hogar poco agradable. Fueron niños poco gratificados. Y hoy día probablemente proyectan también una personalidad poco agradable.
Para las otras personas lo agradable o desagradable que resulte una conversación, depende del tema que se está tratando. Cuando se escucha con atención los problemas personales del otro, se le está dando tiempo. Las personas se sienten bien cuando se habla acerca del área de sus intereses. Cuando se les habla en términos de «tú». Por ejemplo, hablar de los problemas del interlocutor, de sus planes, de sus anhelos, de sus puntos de vista. Por el contrario, cuando se habla de sí mismo se está quitando tiempo. Por ejemplo, hablar “de mis puntos de vista personales, o de mis problemas”. El arte del buen conversador es el arte de dar. En el caso de escuchar con atención se está dando tiempo.
Lo que los adultos reproducen es el reflejo de la siembra que tuvieron en su infancia. Han cosechado la personalidad que les formaron sus padres. Por tal razón es de gran importancia que los padres hagan el esfuerzo sincero de tratar que los mensajes registrados en el cerebro de sus hijitos sean una plenitud de caricias positivas. Las caricias recibidas son las que ellos van a reproducir cuando sean mayores.