RIGOBERTO GUZMÀN ARCE
2 DE 3 PARTES
Absolutamente vulnerable sin poder hacer nada. Llegaba el rompimiento de la luz y el tiempo cuando giró completamente lo horrible de la máquina que iba pegando contra las piedras y sentí el escalofrío de la muerte que llegaba. Hueco, feo, miserable, levitando. Lejos de todos los que me quieren y no. De mis recuerdos, de mi yo, desnudo. La desgraciada oscuridad…Un golpe seco…el silencio…un quejido que me salió del alma trastornada. Abrí los ojos y no sabía nada, como que de nuevo llegaba la conciencia. Lo que hice es tocarme la cabeza y el sudor no era sangre, después tocarme los brazos y las piernas. Ningún dolor, me miré la palma de la mano izquierda y estaba herido. Enseguida: Pedro ¡tócate!, ¿estás bien? Maestra, ¡tóquese! Parece que estoy bien les dije. Traté de salir por la ventanilla que tenía los vidrios quebrados y vi que la vagoneta quedó en una pequeña lomita y allá a un par de metros un abismo de cien metros. Estaba echando humo el motor y el ruido de una agonía de vapor. Salí y me busqué el celular y siempre me lo pongo en mi bolsa de la camisa por urgencias, no lo encontré. Salió Pedro a rastras y me dijo que no podía caminar. Le dolía mucho el estómago y la pierna, me fijé y no tenía sangre. Volteo hacía el lugar de donde veníamos y con dolor está la maestra a diez metros de nosotros en la trayectoria. Pronto voy en su ayuda y le pregunto qué le duele. Me dice de manera valiente, pero débil que no puede respirar, que no puede respirar. Está boca arriba y se arrima el profesor con dificultad para que entre los dos tratemos de acomodarla mejor un poco de que esté en buena posición su cabeza. Es desgarrador ver que tiene mucha sangre en el cráneo. Préstame el celular Pedro para llamar a una ambulancia. Llamo a mi casa y brusco y rápido le explico a Cati la situación y que pida urgente una ambulancia y que traiga a Chaìas, el primo fiel. Pedro llama a Rafael Salazar, su asesor técnico y le explica el accidente. Trato de subir porque quiero que sepan dónde es el lugar. Subo por la trayectoria y está muy complicado me sujeto a la vegetación y me resbalo en el lodo. Cuando estoy a punto de subir lo más complicado se oyen chirridos de llantas en la misma curva y me da miedo que se abalance el carro contra nosotros, me siento muy débil. Escucho una voz y son dos compañeros de Pedro y Rosalba, ya apagaron el estertor dela Voyager. Me dicen que me baje de allí que me voy a caer. Bajo de nalgas. Soy testigo del cuadro trágico: la camioneta quedó como si fuera un elefante viejo a punto de morir con las patas de costado, diferente al giro primero, la maestra con su atuendo de trabajo con sus ojos cerrados, lamentablemente agonizando. Pedro le da masaje en su pecho y busco otro lugar por donde ellos bajaron. Me desespero no poder subir para que sepa la ambulancia. Llego a la cima y ya hay compañeros. Me siento transparente y débil, lívido, los ojos llorosos y aturdidos, sin percibir el sonido y la ropa completamente mojada, con sed y hambre con una desesperación que nunca había sentido. Llega Cati y Chaìas y los abrazo. La ambulancia, bajan con una camilla. Escucho que la maestra acaba de fallecer y la imagino como una rosa en el alba y lloro tanto que me siento en el auto blanco en la revoltura de sentidos. Me duele el cuerpo y ya no me puedo mover. Se me acerca una maestra que hace años tuvo un accidente y me comenta que para mí lo peor viene, porque los golpes contusos son los peligrosos aunque uno aparentemente no tenga nada. Regresamos y vengo ausente como si ya no contara el tiempo. Callado sin ver alrededor, sólo la ruta de la carretera.Miro al Santuario y el reloj marca veinte para las ocho de mi pueblo. Mi cuerpo molido y mi mente sacudida sin entender, lo que pasó…un regreso peligroso… porque lo peor venía.
Después de la exhaustiva revisión de los huesos con el Dr. Landa y de las llamadas de teléfono y de visitas de mis hermanos consternados y solidarios; de la explicación y recuento de los daños cuando siento de nuevo el torrente de sangre ardiente que me cimbra. Trato de estar concentrado y tuve dos esguinces, uno en las cervicales y otro en frágiles del cuello. El cráneo intacto y esto me alivia, ya que me explicaron que el cerebro es una masa y un golpe interior es la fatalidad, porque la muerte es lo terrible, pero estar en observación desde este momento cuando me dijeron que estuviera muy atento a cualquier aviso de mi cuerpo es también morir en cámara lenta. Porque no sé por dónde y cuándo venga esa punta de tragedia. Dolores intensos que no me podía mover. La dotación de medicinas y los horarios, las citas y todo el relajo de horas en el consultorio.