CARLOS MONSIVÁIS

Por Rigoberto Guzmán Arce:

Me atrapó por un artículo que escribió en la revista Proceso sobre la elección en Xochimilco de la flor más bella del ejido. Su prosa y el cómo lo relataba. Seguí su ruta del lenguaje, que muchas veces desconocía los ladrillos que utilizaba para la construcción de sus crónicas. Remolino, tromba y cualquier cosa que se le parezca cuando hurgaba afanosamente sus libros, los compendios para desnudar las desgracias y las esperanzas de nuestra patria, y no sólo de los poderosos. Desde Escenas de pudor y liviandad, historias de artistas como María Félix, Cantinflas y la televisión con sus programas como Siempre en Domingo de Raúl Velasco hasta las crónicas de los grupos minoritarios En los rituales del caos, los que luchan en las calles ante la cerrazón de los políticos que se creían perpetuos. Estaba en todas partes, escribiendo en su estudio revuelto de libros, documentos, revistas y monitos de luchadores, un ensayo; dictando conferencias; en una marcha de derechos humanos; en la presentación de un libro; publicando en revistas de poco tiraje, pero independientes; en un canal público hablando sobre pintores hasta en una conferencia de prensa exponiendo las razones y pasiones que tenía Gloria Trevi para cantar. Carlos Monsiváis amaba los gatos y las discusiones como aquella que tuvo con el Tlatoani de las letras Octavio Paz, ese que quería regañar a todo mundo; como aquella que tuvo con los escritores menores que se multiplicaron como garrapatas en el sexenio imperial de Carlos Salinas. Estaba en todas partes y era imprescindible leerlo para comprender y comprobar la penurias de nosotros los mexicanos de a pie. La frase que se coreaba entre sus amigos: “Ay Monsiváis estás hasta en los churrumais”.
Evoco a sus cinco años de su muerte física, una revista, le dedica un reportaje que escribió Fabrizio Mejía en 2004, que ojalá algún día lean para entender los hemisferios de Carlos Monsiváis. Escritor comprometido y amante de la vida y sus manifestaciones. Al saber de su fallecimiento fue para mí en un duro y salvaje año, de lo que te duele tanto que no sabes qué hacer y qué decir. Lo conocí en una Feria del libro y me acerqué cuando después de bajarse del estrado compartido con José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska, un puñado de reporteros jóvenes le preguntaban de política, literatura, de canciones, de películas, de los dichos pendencieros e ignorantes de Fox y como si le lanzaran pelotas de béisbol las ponía para cuadrangulares y también fueran carreras producidas. Complicado reseñar su vasta obra que deja huella por su ironía, humor negro, inteligencia y sagacidad; por su comprensión ágil de los acontecimientos de la Ciudad de México. Aunque podía manifestar ocurrencias que quedaban como leyendas. Me bastan dos: “Llegué tarde a este evento porque pensé que ustedes eran los impuntuales”. “Cuando entendía lo que estaba pasando, ya había pasado lo que estaba entendiendo”. Bello nombre de revista Gatopardo, porque así era Carlos sin importarle la luz y el oropel.
“Por mi madre bohemios”, título muy enternecedor, maternal y el poema que quisiéramos aprendernos de memoria y ¡sopas! Iniciaban los trancazos con sus mismos golpes se pegaban los poderosos, obispos, líderes de cámaras de comercio, gobernadores… sin dominio de sus palabras o discurso, Monsiváis los ponía en evidencia. La famosa M, era la encargada de hacernos reír de las estupideces de esa gente que porque tiene dinero, fama y poder, se les debe de perdonar. Sin querer queriendo se transformó como el padre de los Memes, el del humor involuntario.
Este viernes se cumple diez años de su ausencia física, sigue estando en todas partes, en las calles, bibliotecas, protestas, ese mundo que sigue como una aventura por descubrir, su estilo, las aficiones, la vasta cultura que hasta salía en programas deportivos. Aquí los conservo en sus libros, la capacidad analítica y detonante que nos hacía meternos al filtro de las reflexiones y no existía tema que no nos fuera develado con la sabiduría de Carlos. También su amor por su colonia, los gatos y la guarida atestada de libros, periódicos, discos, monitos de lucha libre, que mucho de sus aficiones, filias y fobias están resguardadas en el museo Del Estanquillo de la ciudad de México. Aquí desde este espacio mi admiración y mi recuerdo para un intelectual que nunca se dejó sobornar ni se fue con el canto de sirena monetaria, un hombre comprometido con la ideas y el amor social, descifrador de la cultura mexicana.