Por Rigoberto Guzmán Arce
Tepic
Desde niño tengo una relación fuerte, íntima y llena de matices con Tepic. Se me hacía un lugar tan lejano hasta en sueños. Lo más lejos era a Mexpan por esa dirección. La primera vez fue cruzarlo para ir a la playa en una odisea familiar, se compró el desconocido pan Bimbo en una pequeña tienda junto a La Loma, fueron ráfagas de imágenes. Después con mi madre en busca de una hermana y del nieto primero. Recuerdo los portales, la plaza y la Ciudad de la Cultura. También cuando mi madre se jubiló y fue hacer trámites a un edificio, todavía lo distingo, que está por la Avenida México. Entre mis imaginaciones sobresalía que había dos husos horarios en cada banqueta que dividía la calle, ¡¿no sé de dónde rayos creía eso!? Luego un viaje con mi abuela Lupe que me llevó a consulta con el oculista porque me estaba quedando ciego por culpa de haber visto el pavoroso eclipse. Estaba el consultorio por esa Avenida y ya me fijaba en las damas, se me hacían modernas en su caminar con bolsos y zapatillas. Una atmósfera mágica representa Tepic. Viajes y regresos que están en las tristezas, alegrías, en mi adolescencia cuando me fui a estudiar la Universidad, se me hacía triste ver la lluvia cuando iba en el colectivo, me sentía solo e incomprendido, extrañando todo lo de Ixtlán, mi casa y la miseria. Caminar por las calles y puros desconocidos, quería tanto a mis amigos que regresaba eufórico los fines de semana para volver los lunes desesperantes. Me refugiaba en llenar los cuadernos y en los versos enredados. Escuchar música, tenerle miedo a mi sombra, eso significaba Tepic. Líderes estudiantiles que buscaban apoderarse de nuestra Casa Mater, hasta que la devoraron hasta salirme de la escuela y mi carrera de veterinario quedó trunca y Tepic era el tiempo oscuro en mis recuerdos.
Desde ese tiempo ya no quise regresar a la capital, tenía sentimientos contrariados, me sentía gris allí en sus colonias. Solamente eran viajes para ir a protestar, conocer personajes como Alejandro Gascón Mercado, después Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel López Obrador. La dicha de jugar en el mítico estadio Nicolás Ortega y las canchas de la Universidad. Comprar libros en la Retes que todavía existe esa oxigenada librería. En el trajinar literario estar en eventos de La Crónica de Nayarit, en foros y participaciones, en reconocimientos del Centenario de nuestro estado. Estar en la casa de Amado Nervo, caminar en sus noches bohemias con artistas y creadores, estar en edificios preciosos y conservados. En el bullicio de la Insurgentes, en la México, su Loma y sus rincones apacibles. Distinguir su cerro San Juan, el valle conectado a su pasado, su historia viva, la música entrañable de la nostalgia. Venir temprano para concertar citas médicas y pasaportes y trámites para jubilación. De nuevo regresó mi amor a una novia encaprichada, sentir su tibieza y seguir las huellas en sus andadores, los pasillos y rostros como una odisea para vivir en emociones intensas
La última vez que estuve en esta ciudad fue el lunes pasado, invitado y con un pendiente que cumplir. Me fui con Marisol Sánchez y José Luis Sànchez González, amigos. Mientras Marisol iba revisando apuntes, José Luis y yo en las charlas francas y positivas. Llegamos y estuvimos en la conferencia de prensa, se dieron los pormenores, me tocó filmar, y le pedí a mi amiga que me acompañara a visitar a uno de los personajes que todavía están presentes en cuerpo y alma. Aceptó y nos fuimos a una calle del centro y entramos con el maestro Rutilio Nava Rojas, estaba sentado en su guarida de libros, folletos, carpetas, archivos y recuerdos. Nos dio gusto verlo y a sus 92 años hace el esfuerzo descomunal de estar bien. Lúcido conversamos, tomé fotografías y por momentos sentí una rara mezcla de alegría y pesar. Se sostiene caminando con una andadera, me trae de golpe a mi pubertad, imborrable, siento admiración y ternura por este hombre, lo noto feliz, nos esperaba. Salimos y acompaño al congreso a Marisol, tiene su reunión presencial mientras hago tres filmaciones. Una, en el congreso, sus cuadros, placas y recinto. Dos, el plantón frente al palacio estatal, de inconformes encabezados por Fugio, solicitan los apoyos prometidos. Tres, un recorrido por el centro, cómo vive Tepic en tiempos del Covid 19? Y como ha sido costumbre la combinación del interés colectivo de cuidados sanitarios y la necesidad de salir a trabajar, a realizar trámites y otros a pasear. Algunos comentarios en la red de Facebook, que ya me los sé de memoria. No comprenden que el trabajo de periodista y de cronista lo quiero hacer bien. Recorro mis recuerdos, los primeros viajes y es extraño la vida del poeta, siento lo que sentía antes ante esta ciudad que creció desmesurada. Regresamos y este lunes ha sido eléctrico y tan emocional. Amo a Tepic, ojalá que ya pase esta situación para radicar por temporadas en su tierra y, sus calles, su polvo y sus rincones, porque mi sangre me lo pide.